Hoy tiene una familia de 9 hijos, se casó en agosto de este año, a pesar de su corta edad tiene mil historias y vivencias.

De pequeño, creció en el corazón de una familia muy humilde, de padres separados, su madre debió batallar sola con sus 6 hijos "no teníamos para comer, no teníamos una mesa o una silla, no teníamos nada" relata Daniel al recordar fragmentos de su infancia.

No fue fácil, su madre con un bolso recorría las calles del barrio vendiendo rosquitas, y "terremoto" ayudaba, a los 8 años pudo trabajar con el verdulero del barrio, se levantaba muy temprano a preparar la mercadería y al finalizar la jornada podía llevar las frutas y verduras "picadas" para que su madre seleccione y de este modo poder ayudar a alimentar a sus hermanos; a esa edad se compró una tijera de podar y realizaba los mandados a los adultos mayores del barrio, a cambio podía ver algunas horas televisión y una buena tasa de mate cocido con leche y galletitas, esa era su paga por sus servicios.

A los 12 se compró una bicicleta y una motoguadaña. "Vivís en la calle trabajando, pero nunca deje la escuela", cuenta con la voz quebrada recuerda que las fiestas del barrio, Día del Niño o de la Madre, donde sorteaban juguetes o golosinas, el no podía participar, porque debía "canastear" y al regresar ya no había "ni juguetes, ni chocolates, ni golosinas" para sus hermanos.

Los padres de los otros niños no quería que se junten con "terremoto" porque vivía en la calle, pero el recuerda con tristeza y dice "tenía que trabajar para llevar la comida a mi casa, no salía de parranda". Pero destaca que a pesar del esfuerzo nunca abandonó sus estudios. A los 12 vendía roscas, tortas fritas con la madre, trabajaba en la verdulería y cortaba el pasto.

"Nunca repetí un sólo año", lo relata con orgullo e insta a los jóvenes a estudiar para superarse. Daniel terminó el secundario y se anotó en la facultad de trabajo social, transcurría los años 2004 y 2005, cuando junto a unos amigos visualizaba las demandas y necesidades de contención en su barrio Paraná XVI.

"Comenzamos con una canchita de fútbol y dando la merienda con facturas, la ayuda comenzaba a llegar, nos daban donaciones de facturas y golosinas, algunos hasta el día de hoy" recuerda el protagonista de esta historia de enorme superación.

De este modo se gestaba el sueño de la asociación civil, que un año después en el 2005 ya tenia perdonaría jurídica, y a partir de ese momento, no pararon más.

Impacto Juvenil fue un sello en la ciudad, eventos masivos, festivales, festejos, excursiones y ciento de actividades. Pero también tienen su lado oscuro y es el párrafo aparte en la vida de terremoto, las drogas no fueron ajenas, " probé de todo, marihuana, cocaína, alcohol" cuenta con la misma firmeza con la que afirma, "era todo irreal, y pude salir de eso" hoy con una gran familia, sigue el oficio de su madre, vende torta asada , rosquitas, torta frita, y sigue con las excursiones, a lo largo de los años más de 200 viajes a distintos puntos del país y la provincia.

Entre lágrimas relata la experiencia que vive junto a los chicos "jamás en mi infancia imaginé jugar en un tobogán de agua, regalar juguetes, viajar, hoy lo disfruto con los chicos", cuenta con tanta emoción que entusiasma. Definitivamentela historia de este joven paranaese es el reflejo a la superación y progreso personal.